La idea del paisaje puede abordarse desde distintos puntos de vista. A mí me interesa por las relaciones que se establecen entre la naturaleza y la acción humana. Me interesa por lo que tiene de físico y de espiritual. Escribía W. Blake ”A los ojos de un hombre de imaginación, la naturaleza es la imaginación misma.”
Es recurrente la escena de algún turista de fin de semana, en cualquier comarca peninsular, bajando de su vehículo de alta gama, para hacer una fotografía de un paraje especialmente enriscado, mientras la familia le apremia para continuar el camino. “Tengo la fotografía, tengo el paisaje” El paisaje como trofeo, el paisaje como producto de consumo o como medio de producción. La naturaleza se ha convertido en un medicamento para los urbanitas. Dice Luís Carbó: “Muchas cosas apestan a fármaco.”
En sucesivas anotaciones o glosas arrimaré e este espacio virtual. (Puede o no puede ser a la vez) perspectivas, imágenes inusuales, aproximaciones académicas a la cultura de la naturaleza y el paisaje; pliegos de cordel cosidos por la memoria, las lecturas, la sabiduría de mis maestros, las conversaciones… Podrán ser alucinaciones de científico, o razonamientos de chamanes renombrados, elucubraciones de arquitecto. Transitaré los dominios de las artes figurativas, la literatura y la ecología, la filosofía, la antropología y mis propios lugares y mis pasos por esos “andurriales”.
La tradición y la historia han dejado fijada la idea de que es la tierra lo que en esencia permanece. A un campesino de Burgos no le interesa el medio ambiente, ni la ecología ni el paisaje, como se entiende en la ciudad. Son sistematizaciones del hombre de ciudad. A nuestro hombre le interesan la tierra, la propiedad y su “heredabilidad”
Medio natural, tierra, paisaje: son los despojos del paraíso.
El paisaje incorpora nociones relacionadas con la afectividad e incluso con la sensualidad. Esta forma de aproximación desde la palpitación de las vivencias y de los recursos origina en los hombres sentimientos de pertenencia que, a su vez, forman la piedra angular del sentimiento de arraigo.
El paisaje requiere aprender a mirar; precisa la atención del hombre con imaginación y la costumbre de caminar, la tendencia atávica de llegar a la parte más alta, estemos donde estemos, para poder observar. Los historiadores, los arquitectos, los urbanistas, los poetas y pintores necesitan el concepto de paisaje para reinventarlo.
La actuación humana ha configurado ciudades, comarcas, ha modificado regiones enteras.
El paisaje es un asunto cultural, político y económico: la huerta valenciana, la dehesa extremeña o el campo andaluz no son fruto de los azares de la naturaleza.
Para los geógrafos el paisaje tiene una dimensión territorial y coincide con otros acercamientos en la imprescindible intervención humana. Martínez de Pisón refiere que “no hay hombre sin paisaje, ni paisaje sin hombre.” Hablan de estructura, relaciones de forma y faz, de funciones de contenido, de unidades imprescindibles…